Los tiburones son carnívoros, que ingieren una gran variedad de presas, desde plancton microscópico hasta cetáceos. Los tiburones tienen extremadamente desarrollado el sentido del olfato, siendo capaces de detectar vestigios de sustancias, como la sangre en el agua, y seguir su pista hasta su origen. La vista, menos desarrollada, les permite percibir de forma vaga los movimientos de luces y sombras en las aguas oscuras, especialmente cuando se les aproxima una presa. Son muy sensibles a los sonidos de baja frecuencia y tienen una audición direccional muy potente. Sus órganos que poseen en las líneas laterales, y el hocico les permite captar estímulos electrónicos débiles procedentes de las contracciones musculares de los peces óseos. Esta combinación de sentidos y su agudeza, explican su éxito evolutivo. Son peces extraordinariamente hábiles a la hora de localizar las presas y seguir su rastro. Cada especie tiene su nicho alimentario específico dentro de su hábitat, y constituye un importante eslabón en el flujo de energía por los océanos de la tierra. Cuando cazan en manadas, pueden incitar entre sí hasta formar un frenesí devorador. Hacen círculos en torno a su presa y se lanzan encima de repente, normalmente de abajo hacia arriba. A pesar de la cantidad de submarinistas, nadadores y esquiadores acuáticos que se aventuran en aguas donde hay de tiburones, se producen relativamente pocos ataques aunque estadísticamente, cuando esto sucede, un tercio resultan mortales. Entre las especies más peligrosas para el ser humano está el tiburón blanco, el tiburón martillo, el tiburón tigre y el tiburón azul o tintorera.
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